viernes, 1 de junio de 2007

BIOGRAFIAS DE PERSONAJES ARAGONESES

ABARCA DE BOLEA Y XIMENEZ DE URREA, PEDRO PABLO. X CONDE DE ARANDA (1719 – 1798)

Es falso que fuese masón; ni que fundase la masonería española; falso es que expulsase a los jesuitas; que fuera «impío y enciclopedista», falso, también. Acaso ninguno de los grandes españoles de todos los tiempos haya recibido más calificaciones aviesamente dirigidas a minar su reputación: y eso mismo da la medida de su grandeza. Nació en Siétamo y murió en Epila. En sus casi 90 años de vida fue, ante todo, un militar de vocación, notable artillero e ingeniero. No serán muchos quienes sepan cuánto deben al Conde las Reales Ordenanzas de Carlos III; ni que fue él quien trajo la Marcha granadera que es, ahora, el himno nacional español. Una biografía oficial y apretada, que sólo tuviese en cuenta lo más llamativo y esencial de su figura nos diría que fue embajador en Portugal, director general de Artillería, embajador en Polonia, capitán general, virrey de Valencia, presidente del Consejo de Castilla, capitán general de Castilla, embajador en Francia y primer ministro del rey Carlos IV. Injustamente vituperado por Menéndez Pelayo, que lo juzgó con palabras extremadamente duras sin conocerlo más que muy por encima, desde el siglo XIX ha sido don Pedro Pablo receptáculo para todos los denuestos del pensamiento reaccionario español. Pero ¿verdaderamente cabe aceptar tales acusaciones en un primer ministro de Su Católica Majestad? ¿Cabe desconocer que no sólo no fue él quien expulsó a los jesuitas, sino que la Compañía de Jesús hablase de él con tanto cariño, por el cuidado que puso en que los expulsos -a quienes se hallaba vinculado desde niño, y fuertemente- no padecieran vejaciones ni incomodidades indebidas? ¿Impío un hombre que, por dos veces, obtuvo la Grandeza de España de primera clase, reuniendo veintitrés títulos nobiliarios, deseando ser enterrado en un monasterio como San Juan de la Peña? Con pocos españoles y aragoneses se ha cebado la leyenda negra ultraconservadora más sañuda e injustamente que con él. Dio rango internacional a las fábricas de porcelana de Alcora, fundadas por su padre, en las que se jubilaban con sueldo entero -¡cosa inaudita!- los obreros ancianos; impulsó la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, aportando sus propios dineros; apoyó las obras del Canal Imperial; intentó la navegabilidad del Ebro; introdujo plantas textiles en sus tierras de Epila; protegió a los artistas aragoneses y puso sus enormes rentas personales y su influencia extraordinaria al servicio de la modernización de Aragón, reino al que veía como víctima de un atraso secular. Dispuesto siempre a apoyar la modernización de España de su ejército, su economía y su diplomacia, amante de la paz, que quiso mantener con Francia, profético ante los problemas de América, para la que propuso sabias soluciones autonomistas que nadie escuchó, su mecenazgo sobre cuantos aragoneses emprendedores llegaban a la corte hizo que los políticos e historiadores llegaran a hablar de un «partido aragonés» que lo tenía por corazón y por cerebro. Guillermo Fatás

AGUSTÍN, MARIA

María Lostal (Zaragoza, 1786 – Alagón, 1831) fue, con muchas otras heroinas, de origen humilde. Casada con un criado, igual que ella, al comenzar el asdio vivia en la barriada de San Pablo. Su trabajo, como la mayoría de las mujeres, consistió en el abastecimiento de las tropas. Ni siquiera la herida de bala que sufrió en el cuello, (que le obligaba a llevar un pañuelo rodeando el rastro) y que acabaría dejándola inválida de un brazo, impidió que siguiera ejerciendo su labor de aprovisionar a los soldados, atravesando varias veces la Puerta del Carmen, por la avenida que hoy lleva su nombre. El general Palafox leconcedió, en 1815, una pensión de dos reales diarios y el escudo de Distinción. Fue la única zaragozana “inválida de guerra”.

ALCUBIERRE, ROQUE JOAQUÍN DE (1702 – 1780)
Ingeniero militar, excavador de las ciudades sepultadas del Vesubio

El Zaragozano Alcubierre estudió en su ciudad natal e ingresó como voluntario en el cuerpo de ingenieros militares, apoyado por el conde de Bureta, desempeñando destinos en Barcelona y Madrid entre otras ciudades; en su carrera militar llegó a mariscal de campo en 1777; antes se adiestró en la construcción de fortificaciones en Gerona, pasando a Italia, donde era capitán en 1738. Cuando levantaba planos y abría zanjas alrededor de una villa del rey Carlos, que luego lo sería de España como tercero de su nombre, descubrió las ruinas de Herculano; porfió, tercamente, para obtener una autorización que le permitiese rebuscar en la ciudad romana y la obtuvo en 1738, aunque sólo con «dos o tres trabajadores» en el pozo Nucerino. Tras de muchas penalidades logró descubrir una estatua de Hércules v el teatro y, más tarde. pinturas murales que actualmente se guardan en el Museo de Nápoles, más de doscientas en un solo ano y muchísimas estatuas, como las dos ecuestres de los Balbos de Cádiz que hoy adornan la entrada del Museo Nacional de la ciudad italiana. Su tenacidad logró vencer, con bastantes penalidades, las enfermedades y las intrigas que provocaron su sustitución en varias ocasiones.
Se buscaba entonces conseguir estatuas y objetos artísticos con que enriquecer las colecciones reales, por medio de métodos que hoy parecen condenables, pero que entonces habían de ser improvisados y renovados en cada momento y ante cada problema. En 1748 comenzó a excavar Pompeya, la ciudad que habría de cambiar el concepto de la arqueología, al presentar el animado cuadro de la vida sorprendida, en un momento, por la erupción del Vesubio; Alcubierre pensó que era Estabía y realizó las excavaciones con doce obreros al mismo tiempo que continuaba con otros tantos en Herculano; de sorpresa en sorpresa halló el primer cadáver de la ciudad devastada y poco después el soberbio anfiteatro, en 1749 el privilegio de Tiberio y más tarde la villa de Asinio Pollio en Sorrento y otras ruinas de Sorrento y Capri, Pozzuoli y Cumas. 1750 es el año del comienzo de sus más duras amarguras, al recibir, siendo teniente coronel, como subalterno, al ingeniero suizo Carlos Weber, quien le atacaría solapadamente; en 1763 descubrió junto a la puerta de Nocera la inscripción que permitió identificar las ruinas de Pompeya. Alcubierre tenaz, serio y autoritario sufrió las intrigas de Weber y de Paderni. del Muse y los efectos de unas injustas cartas de Winckelmann. Sustituido y vejado, murió en Nápoles en 1780 y fue enterrado en el Torreón del Carmen, del que era gobernador. El conde Conti escribió de él: "A pesar de sus errores imputables a su falta de experiencia y de formación arqueológica, sus méritos eran inmensos."; En realidad fue un gran zaragozano, casi desconocido, verdadero descubridor de las ciudades romanas sepultadas por el Vesubio. Antonio Beltrán Martinez
ALVAREZ, CASTA
Orán, 1786 – Cabañas de Ebro, 1846)
Cuando los franceses llegaron a la capital aragonesa tenia 22 años. Su arrojo en la batalla fue tal que acabó convirtiéndose en un icono de los Sitios. Sus acciones más destacadas se produjeron en la batería de cañones de Puerta Sancho y en los combates del barrio del Arrabal. A falta de balas, llegó a combatir con su bayoneta, sujeta a modo de lanza, tal como quedo retratada para la historia. Tras la subida al poder de Fernando VII, el general Palafox la condecoró con el escudo de los defensores y el rey Fernando VII le concedió una pensión de cuatro reales diarios, en 1815. Se trasladó a vivir a Cabañas de Ebro, donde se casó con un labrador. Allí acabó sus días, viuda, sola y olvidada.
ARGENSOLA, BARTOLOMÉ Y LUPERCIO LEONARDO
Los dos ilustres hermanos fueron un modelo de perfección lírica. De ellos dijo Lope que fueron a Castilla a enseñar castellano. Sus “Rimas” pertenecen al canon de la expresión poética en lengua española. Zaragoza les honra con un monumento en la plaza de San Pedro Nolasco y con una calle que sale de la plaza. El monumento, de los llamados de “biblioteca”, con matrona clásica en medio y a ambos lados medallones en bronce con las efigies de los dos ilustres, fue realizado por José Bueno en 1923. Pero una reciente restauración, debido al deterioro de la figura central, acabó con buena parte de la prestancia del monumento. La matrona central no sólo ha perdido el infolio que tenia entre las manos, sino su elegancia clásica y decadente.
También aparecen grabadas en la piedra, en caracteres griegos, las palabras Comedia y Talia, pues el teatral también fue un género que cultivaron los hermanos. De la plaza de San Pedro Nolasco sale la calle dedicada a ambos poetas, en cuyo número 2 se encuentra la llamada Casa Argensola, del siglo XVI, restaurada hace unos años. Una placa señala que “en esta casa palacio nació el 5 de abril de 1896 Fernando Garcia Mercadal, arquitecto eximio y adelantado de la modernidad.
ASÍN PALACIOS, MIGUEL (1871-1944)
Uno de los miembros más destacados de la escuela de arabistas de Zaragoza y un notable investigador de la filosofía y espiritualidad musulmanas.
Zaragoza contó con una importante escuela de arabistas surgida en el siglo XIX en torno al catedrático de Lengua y Literatura griegas de la Universidad de Zaragoza, Francisco Codera. Uno de los eslabones de esta importante escuela fue el zaragozano Asín, sacerdote, alumno de la Facultad de Letras y doctor desde 1896. Fue maestro suyo Ribera Tarragó, hombre de extraordinaria personalidad que marcó los primeros pasos de Asín. Su actividad científica e investigadora sobre la filosofía y espiritualidad musulmanas es sin duda una de las bases más firmes de cuantos estudios arabísticos han salido de mentes españolas. Sus trabajos se iniciaron con la tesis sobre Algacel, continuando también con el filósofo zaragozano Avempace. La serie de trabajos y publicaciones fue densísima: La escatología musulmana en la Divina Comedia, la Historia crítica de las ideas religiosas, El Islam cristianizado, Huellas del lslam, etc. A comienzos de siglo ocupó la cátedra de Arabe en Madrid, ingresando después en las Academias de la Historia y de la Lengua Espanola, tomando a su cargo, en 1933, la Escuela de Estudios Arabes y, sobre todo, su órgano de expresión, la revista Al-Andalus, una de las fuentes de información más señaladas para el mundo musulmán, aún activa. La labor de Miguel Asín se amplió a otras esferas relacionadas con la disciplina de su cátedra, destacando su trabajo Contribución a la toponimia árabe de España, sumamente útil. Constituye Asín, en definitiva, una de las aportaciones más señaladas de Aragón a los estudios arabistas, desde Codera, Ribera o Giménez Soler. Miguel Beltrán LLoris.

AZARA, FELIX DE
Militar, marino, ingeniero y naturalista, descubridor científico de las tierras del Río de la Plata, sus Viajes a la América Meridional le dieron fama en el mundo entero. Calles y monumentos lo recuerdan en el Nuevo Mundo.

Su hermano Eustaquio fue obispo de Barcelona; Lorenzo, deán del cabildo de Huesca; Mateo, oidor en la Audiencia barcelonesa; y Mariana alumbró a Eusebio -ministro de Estado-, Dionisio -cardenal- y Anselmo -marino afamado-. Otro hermano, José Nicolás, fue, quizá, el más valioso diplomático de Carlos III y Carlos IV. Amigo de tres papas, del emperador José II, de Catalina de Rusia, de Federico de Prusia, admirado por Napoleón, noble con título italiano, protector del pintor Antonio Rafael Mengs y aclamado en Roma, donde se acuñó una medalla conmemorativa con su nombre, por sus desvelos en proteger a la Ciudad Eterna frente a la amenaza de las armas napoleónicas. Esta familia sobresaliente tuvo en Félix a su hijo más universal, aunque no sea hoy el más famoso en España. Nació en Barbuñales, el 19 de mayo de 1742 y, tras sus estudios universitarios en Huesca y Barcelona, se hizo ingeniero militar. Tuvo un activo historial, incluyendo acciones de guerra que casi le cuestan la vida (Argel, 1775). Y como militar fue enviado por el rey, en 1781, a que estableciera los límites hispano-portugueses en América del Sur. Doce años invirtió el aragonés en estudiar aquellos inmensos confines, en los que no dejó aspecto por averiguar: recursos, geografía, fauna y flora, poblamiento, distancias y comunicaciones. Sus cuadernos de notas eran, casi, una biblioteca. El Paraguay, particularmente, pasó por el tamiz de su penetrante inteligencia y tuvo en él su primer conocedor científico modemo. La última colonización española en América, la de la «Banda Oriental» uruguaya, fue protagonizada por Félix, que eligió como auxiliar al futuro padre de aquella república, Artigas, nieto de un aragonés de La Puebla de Albortón. El trabajo de don Félix mereció tanto, que tiene, hoy en día, calles y estatuas en Montevideo, en Barcelona, en Buenos Aires y en Asunción, cuando menos. Las tierras del Río de la Plata reconocen en él al primer investigador total de la zona. Sus libros obligaron a la ciencia europea a rectificar la obra casi intangible de Buffon y sus observaciones naturalísticas son ascendientes directas de las que, poco más de medio siglo después, llevarían a Charles Darwin a formular su tesis de la evolución delas especies: publicados algunos de sus estudios en París, Napoleón Bonaparte lo presentó en el Museo de Historia Natural, acaso la institución científica más relevante, en ese campo, del mundo entero. Editadas esas obras suyas en las prensas parisinas, su importancia hizo que, al poco, en España se acelerara el crecimiento de su fama y que se tradujesen sus estudios al alemán y al inglés. Vuelto a Aragón y sin haber olvidado nunca su condición de fundador de la Real Sociedad Económica, se ocupó de estudiar problemas de economía y agricultura de su tierra, en la que sus restos yacen para siempre, acogidos a la hospitalidad que póstumamente le brindaron los Lastanosa en la catedral oscense. Guillermo Fatás.

AZLOR Y VILLAVICENCIO, MARIA CONSOLACIÓN DE (CONDESA DE BURETA)

Gerona, 1775 – Zaragoza, 1814.
Nacida de familia ilustre, se convirtió en la Condesa de Bureta tras casarse, en 1794, con el conde Juan Crisóstomo López Fernández de Heredia, que falleció en 1805. Cuando comenzó el asedio, se negó a abandonar la ciudad e incluso llegó a organizar un cuerpo femenino que se encargaba del avituallamiento de las tropas y de atender a los heridos, e incluso convirtió su palacio en hospital. Entre ambos sitios, se casó con Pedro Maria Ric y a su boda acudió el General Palafox. Tras la capitulación de la ciudad, el 20 de febrero de 1809, se exilió en Cádiz. Concluida la guerra, la condesa regresó a Zaragoza.

BLASCO, EUSEBIO

1844 – 1944. El comediógrafo y periodista, popular también por sus cuentos aragoneses, tiene busto en el parque grande, un broce sobre pedestal. Fue realizado por Enrique Anel en 1934. Destacan sus grandes mostachos y al pie del pedestal la letra de una copla: “A la jota jota / Por ella vivimos / Con ella nacemos / Con ella morimos”. A la derecha del Teatro Principal discurre su calle, bajo cuyo nombre se lee: “Poeta y periodista zaragozano”.

CABRE AGUILÓ, JUAN

Nacido el 2 de agosto de 1882 en Calaceite (Teruel), Juan Cabré Aguiló realizó sus primeros estudios en Tortosa y Zaragoza. Después se traslado a Madrid para continuar sus estudios con una beca de la Diputación de Teruel mientras era alumno de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En la capital de España estuvo desde 1908 hasta 1915, amo en que le requirió para redactar el Catalogo Monumental de la Provincia de Teruel; más tarde haría los de Soria y de Zaragoza.
En la definitiva vocación arqueológica que adoptó durante su estancia en Madrid parece que jugaron un papel importante varias personalidades que Cabré frecuentó y con las que trabajó en estos primeros años; el marqués de Caerralbo, el padre Fita y el abate H. Breuil. En poco tiempo, sus estudios de Bellas Artes pasaron a ser auxiliares de la que iba a ser su dedicación principal: la arqueología. No obstante, el dibujo y la fotografía permanecieron siempre muy presentes en su trabajos. Ya en 1907, Cabré publicó su primer trabajo arqueológico en el Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona sobre las excavaciones de San Antonio de Calaceite practicadas al mismo tiempo que estudiaba en Madrid.
Después de descubrir numerosas pinturas rupestres en Teruel, estuvo subvencionado en sus investigaciones de arte rupestre, conjuntamente con Henri Breuil, por el Principe Alberto I de Mónaco. Formó parte en las excavaciones del marqués de Cerralbo en Zaragoza, Guadalajara, Soria y Segovia, como alumno y auxiliar.
De 1917 a 1936 fue colaborador del Centro de Estudios Históricos. Colector desde 1920 del Museo de Antropología, Etnografía y Prehistoria, fue designado varias veces delegado – director de excavaciones. Pensionado en 1934 para estudiar los museos de arte y arqueología de Paris, Alemania, Austria, Checoslovaquia, Italia y Suiza. Fue miembro de varios congresos internacionales de arqueología prehistórica. En 1922 fue designado por disposición testamentaria del marqués de Cerralbo, director del museo que lleva su nombre. En 1942, obtuvo por oposición una plaza de conservador en el Museo Arqueológico Nacional, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1947.
Juan Cabré desplegó una ingente actividad profesional, tanto en periodos estudiados como en yacimientos repartidos por todo el territorio español. Ha dejado un importante legado documental en numerosos puntos de la geografía archivística. Fue uno de los pioneros de la investigación arqueológica en España. El testigo de muchos de sus trabajos, como los que empezó en Guadalajara y otros en Aragón, fue recogido por el profesor Antonio Beltrán. En el Congreso de Antropología de Bruselas del año 1935, Cabré expuso por primera vez la escena de la copulación representada en la cueva de los Casares.

CAMON AZNAR, JOSÉ

1898 – 1979. Tiene museo a su nombre, pero en él se recoge su colección pictórica y escultórica. También tiene calle, a la vera de la Iglesia de Santiago. En el museo de Pablo Serrano puede verse un busto del gran académico de las artes , historiador y escritor.

CARBONÉ, PEDRO

Nacido en Zaragoza en 1960, estudio piano, entre los 13 y los 16 años, con Pilar Bayona. Es el único discípulo de Pilar Bayona que sigue en activo y coschando éxitos. Reside en Estados Unidos, desde hace un cuarto de siglo, primero en Washington y ahora en Nueva York, y actúa por doquier. La critica lo considera”uno de los mejores pianistas españoles del momento” (tal como escribió la revista “Ritmo”), y “The Washington Post” lo calificó como “un virtuoso, un artista importante” y elogió su toque refinado, su espontaneidad, la forma de moldear los tiempos.

CASAÑAL SHAKERY, ALBERTO

1874 – 1943. El poeta de los romances aragoneses adquirió tal popularidad en los años primeros del siglo XX que hasta se le hizo, por suscripción pública, una casa, la llamada Casa del Poeta, en el hoy Paseo de Ruiseñores.

CAVIA LAC, MARIANO DE

1855 – 1943. El más ilustre periodista aragonés del siglo XX, que incluso llegó a académico y cuyo nombre se le da un premio periodístico patrocinado por el diario “ABS” , fue un zaragozano cuyo rastro la ciudad conserva en la placa que se encuentra colocada en la casa modernista donde nació, situada en el chaflán de la calle de Manifestación 16, con la plaza del Justicia. En la placa, rodeada de laureles y coronada con una antorcha, se lee: “ En la casa que ocupaba anteriormente el solar de este edificio nació el día 25 de septiembre de 1855, para honor y gloria de la literatura patria, el insigne periodista D. Mariano de Cavia Lac. La admiración de todos rindió este homenaje a tan esclarecido ingenio en octubre de 1908”. Hoy, este edificio es el hotel Catalonia. Mariano de Cavia tiene busto en la plaza de Aragón, realizado por José Bueno en 1921, y levantado a iniciativa de Heraldo de Aragón.

CERRADA, PEDRO

Nació el 14 de abril de 1815 en Utebo y según manifiesta el profesor Solsona, Presidente del Ateneo de Zaragoza, estudió Medicina en la Universidad de Zaragoza y obtuvo la licenciatrura en 1841. Ejerció en Moros, Grisen y Luna y en ¡853 obtuvo la plaza de titular de Hernani. Volvió definitivamente a Aragón en 1863. Fue profesor de Patología Médica en la Escuela Oficial Libre y Regional de Medicina de Zaragoza hasta 1879, siendo en ese momento catedrático de Patología General el gran Genaro Casas, “el padre de la Medicina aragonesa”.
El profesor Cerrada fue hombre de sólidos conocimientos y entre sus alumnos llevaba fama de persona racional y amante de la retórica. No quiso aceptar cargo alguno ni ninguna condecoración, incluso tras las epidemias coléricas de 1854 y 1885, se negó a formar la solicitud de los expedientes que le habían preparado para la tramitación de las mismas.
Fue el primer presidente del Colegio de Médicos de Zaragoza y desde 1893 vivió apartado de la práctica profesional. Tuvo dos hijos, Pío y Félix, ambos nacidos en Hernani, y para los zaragozanos es especialmente conocido el segundo, tanto por su labor pública como por su desempeño médico.
Efectivamente, Félix Cerrada fue alcalde de Zaragoza desde julio de 1905 hasta octubre de 1906 y fundo la Casa de Socorro, creó el alcantarillado de la ciudad y repobló el Cabezo de Buenavista. También fue senador y presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza. Ingresó en la Real academia de Medicina de Zaragoza en 1880 y presentó su dimisión en 1895 para solidarizarse con Royo Villanova, al no haber sido admitido éste como académico. Participó en la Junta del Centenario de Los Sitios y trabajó en la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País.
El IES de Utebo lleva el nombre de Pedro Cerrada. Se trata de un centro muy dinámico, que da respuesta a las amplias demandas que la población reclama. Su oferta educativa es variada y entre las novedades que ofrece este curso está su participación en un proyecto europeo con centros de Noruega y de Rumania.

COSTA, JOAQUIN

1846 – 1911. Al polígrafo aragonés también le tentó la novela. Un busto, de José Gonzalvo, nos recibe en la plaza de Santa Engracia, pero donde podemos contemplarlo en toda su gloria es en el cementerio de Torrero, donde se halla grabado el siguiente epitafio, redactado por su amigo el escritor oscense Manuel Bescós: “Aragón a Joaquin Costa, nuevo Moisés de una España en éxodo. Con la vara de su verbo inflamado alumbró la fuente de las Aguas Vivas en el desierto estéril. Concibió leyes para conducir su pueblo a la tierra prometida. No legisló”. El Centro Escolar que lleva su nombre , entre el Paseo Maria Agustín y General Mayandía, es su mejor monumento.

DICENTA, JOAQUÍN

1863 – 1916. Inspirado por el estilo romano de Julio Antonio, Honorio García Condoy realizó un busto con toga del dramaturgo nacido en Calatayud en los años veinte. Colocado en la plaza de Salamero, fue trasladado al Parque Primo de Rivera en los años sesenta y allí está, muy cerca del monumento fuente construido en honor del tenor Miguel Fleta y no lejos del monumento a la Exposición Hispano Francesa y a Basilio Paraíso.

ESCRIVA DE BALAGUER, JOSÉ MARIA

José María Escrivá de Balaguer, el “Santo Enamorado de Dios”, como le definen sus seguidores, nació el 9 de enero de 1902 en Barbastro, Huesca, en el seno de una familia cristiana. Sus padres le llevaron a la pila bautismal el día 13 del mismo mes y año, y le trasmitieron los fundamentos de la fe y las virtudes cristianas: el amor a los sacramentos de la Confesión y la Comunión, el recurso confiado a la oración, la devoción a la Virgen Santísima y la ayuda a los más necesitados.
José María crece en un hogar alegre y, desde muy pronto, se manifiesta como un niño despierto, inteligente y sencillo. Segundo de seis hermanos, conoce muy tempranamente la experiencia del dolor con la muerte de tres hermanas entre 1910 y 1913 y la ruina económica de la familia en 1914, lo que le hace madurar y templar su carácter. Cursa sus primeros estudios en el colegio de los Escolapios de Barbastro y acaba el bachillerato en el Instituto Nacional de Logroño, adonde se había trasladado su familia en 1915, al encontrar su padre un empleo que le permitiría sostener a los suyos.
En 1917 tiene lugar un acontecimiento que influirá decisivamente en el futuro del joven Escrivá de Balaguer. Durante esas Navidades había caído una intensa nevada sobre Logroño. Un día, mientras José María caminaba por la ciudad, ve algo en el suelo que atrae enormemente la atención: las huellas heladas de unos pies sobre la nieve, las pisadas de un religioso carmelita que caminaba descalzo por amor a Dios. Entonces, al ver los sacrificios que otros hacían por amor a Dios, entiende que Dios le llamaba a su servicio, y, de este modo, fiel a este presentimiento, José María decide hacerse sacerdote para así cumplir la voluntad divina.
En 1918 entra en el seminario diocesano de Logroño y, dos años después, en 1920, se traslada al seminario de Zaragoza, donde prosigue su formación religiosa hasta 1922, y, el 28 de marzo de 1925, es ordenado sacerdote.
Escrivá de Balaguer ejerce su primer ministerio como sacerdote en la parroquia de Perdiguera, pequeño pueblo de Zaragoza, y luego en la capital de la provincia. Pero una inusitada sensación de estar desaprovechando toda la capacidad de trabajo de que se sentía capaz le hizo que, al poco tiempo, en 1927, solicitara ser trasladado a Madrid para iniciar la preparación de su doctorado en Derecho. Allí se hace cargo de la Capellanía del Patronato de Enfermos, a la vez que atiende a los pobres, desvalidos y enfermos de algunos barrios extremos de la capital de España.
Durante su cotidiana labor en el Patronato, este inquieto capellán se percata del gran valor del trabajo como instrumento para la reafirmación de la fe, y así, el 2 de octubre de 1928, durante los periodos de reflexión que le propician unos ejercicios espirituales, concibe la idea (por “inspiración divina”, según sus biógrafos) de instituir una fundación ―revolucionaria en la historia de la Iglesia― que tuviese por principio abrir a todos fieles “un nuevo camino de santificación en medio del mundo, a través del ejercicio del trabajo profesional ordinario y en el cumplimiento de los propios deberes personales, familiares y sociales, siendo así fermento de intensa vida cristiana en todos los ambientes”, sin que ello implicara en modo alguno el aislamiento del mundo en rigurosa reclusión monástica ni el voto de castidad perpetua. El Opus Dei había nacido. No sabe este clérigo aragonés la trascendencia que llegaría a alcanzar en todos los ámbitos una decisión como la que había tomado.
Desde entonces, comienza a trabajar en la Fundación, al tiempo que sigue ejerciendo el ministerio sacerdotal. Además, estudia en la Universidad de Madrid y da clases para mantener a su familia.
Pero José María llega más lejos en su propósito fundacional. Consciente del papel de la mujer en una sociedad moderna, a partir del 14 de febrero de 1930 comienza a implicar también en su apostolado a las mujeres, propuesta que se consolidará el 14 de febrero de 1943 con la fundación de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, inseparablemente unida al Opus Dei, entre cuyas atribuciones está también la ordenación de sacerdotes.
Para entonces, ya había aparecido la primera edición de su libro capital, Camino, que se editó en 1934 con el título de Consideraciones espirituales, obra central y síntesis del pensamiento de Escrivá de Balaguer, que tuvo gran aceptación, como lo evidencia el haberse vendido más de cuatro millones de ejemplares y haber sido traducida a 38 idiomas.
Pero la Guerra Civil que estalla en España supone un serio contratiempo para la difusión del Opus Dei. La política anticlerical que había adoptado la II República desde su primer Gobierno (abril de 1931), degenera luego en una terrible y cruenta persecución religiosa al producirse la insurrección militar liderada por el general Francisco Franco el 17 de julio de 1936, arrojando un saldo de centenares de sacerdotes asesinados y el saqueo e incendio de miles de iglesias, conventos, colegios y edificios de instituciones religiosas.
Temiendo por su vida, Escrivá de Balaguer se ve obligado a huir de Madrid y de la zona republicana, fugándose a Francia en una penosa marcha a pie a través de los Pirineos. Pero el fundador de la Obra no se arredra ante los desastres de la guerra, y así, aun a riesgo de su vida, regresa a España antes de que concluyese aquel lamentable enfrentamiento entre españoles. Provisionalmente, se establece en Burgos, capital de la zona que estaba bajo control del ejército acaudillado por el general insurrecto, donde permanece hasta la conclusión de la contienda.
A partir de 1940, el Opus Dei comienza a extenderse por toda España. Fueron años de gran actividad para la Obra, pero también de sufrimientos para el fundador, ya que, desde muchos sectores de la sociedad, e incluso de la misma Iglesia, su persona comienza a ser criticada y el sentido de su fundación, incomprendido. A pesar de esta oposición, el fundador, al decir de sus biógrafos, supo sobrellevar siempre estos problemas con buen humor.
Ese mismo año, junto con sus hermanos Santiago y Carmen, solicita incluir «de Balaguer» tras el primer apellido, para identificar la procedencia de su rama familiar. Esta decisión fue uno de los objetivos de las críticas de que el cura de Barbastro fue objeto.
Escrivá de Balaguer entiende que donde mejor puede servir a su Fundación es en Roma. Y así, en 1946, se traslada a vivir a la Ciudad Eterna. Obtiene el doctorado en Teología por la Universidad Lateranense y es nombrado consultor de dos Congregaciones vaticanas, miembro honorario de la Pontificia Academia de Teología y prelado de honor de Su Santidad.
Entre 1946 y 1950, la Obra recibe las aprobaciones pontificias, que le permitirán trabajar al servicio de la Iglesia Universal. Durante estos años, la vida de José María ha tomado un ritmo vertiginoso. En la década de los cincuenta, promueve la puesta en marcha de iniciativas que ayuden a resolver necesidades materiales y espirituales en diferentes países, naciendo así universidades, institutos, colegios, centros de formación profesional, hospitales, centros de acogida, etcétera.
Son años de innovaciones y clamores de renovación en el seno de la Iglesia. Los papas de los últimos tiempos habían tomado conciencia del desfase social en que vivía la Iglesia de entonces; habían asumido, por fin, que el espíritu evangélico vivía constreñido en la lánguida rutina que le impone el angosto y rutinario espacio que va del latín y la sotana al incienso y el canto gregoriano de los templos e iglesias. La Iglesia vivía de espaldas al mundo real y exigía a voces una reforma desde su mismo seno: se hacía necesaria una proyección evangélica al exterior, a la sociedad; era indispensable una nueva manera de entender y vivir los Evangelios. Y el 11 de octubre de 1962, tras el fallido intento ecumenista de mediados del siglo XIX, el papa Juan XXIII convocaba el II de los Concilios Ecuménicos celebrados.
Desde el inicio del Concilio Vaticano II hasta su culminación en 1965, mantuvo estrechos contactos con los padres conciliares, sobre quienes el cura aragonés hubo de influir de alguna manera, pues dos de los principios doctrinales que han singularizado las novedosas y revolucionarias conclusiones conciliares, “la llamada universal a la santidad” y “la función de los laicos en la misión de la Iglesia”, son de evidente orientación opusdeiana, lo que pone de manifiesto que las ideas de Escrivá de Balaguer no habían pasado inadvertidas entre las altas jerarquías de la Iglesia, pues, como subrayaría años más tarde su sucesor al frente del Opus Dei, el también fallecido Álvaro del Portillo, esos puntos ya los predicaba Escrivá de Balaguer desde 1928, y, por ello, no dudó en considerarle un precursor del Concilio que cambió a la Iglesia.
Desde Roma comienza a impulsar la Obra por todo el mundo, lo que le lleva a viajar por decenas de países de Europa, y, en 1970, a México, para impulsar el establecimiento y consolidación del Opus Dei en esos lugares. Ese mismo objetivo le lleva a realizar, en 1974 y en 1975, dos largos viajes por América Central y América del Sur, donde el Opus Dei logra echar sólidas y fecundas raíces, y donde, además, celebra reuniones de catequesis con grupos numerosos de personas.
Escrivá de Balaguer no cesa de viajar por el mundo dando a conocer y fortaleciendo los principios de su Fundación, empresa que lo tiene ocupado hasta pocos meses antes de su muerte, que le acaece en Roma, el 26 de junio de 1975.
A su muerte, el Opus Dei contaba ya con 60.000 miembros, repartidos por los cinco continentes. Hoy son casi 85.000. En 1982, Juan Pablo II concedió a la Obra el rango de Prelatura. Un año antes, en 1981, ante la fervorosa solicitud de más de seis mil fieles de todo el mundo, el Papa declara abierta la Causa de canonización. Fue beatificado el 17 de mayo de 1992 en la plaza de San Pedro del Vaticano ante más de 200.000 personas.
Además de Camino, Escrivá de Balaguer publicó también Santo Rosario (1934), La Abadesa de las Huelgas (1944), Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer (1968) y Es Cristo que pasa (1973). Como obras póstumas, se han editado Amigos de Dios (1977), Via Crucis (1981), Surco (1986), Amar a la Iglesia (1986) y Forja (1987). Todas ellas se caracterizan por su gran valor catequístico y doctrinal, muy en la línea que se había marcado cuando, en 1927, opta por abandonar su humilde parroquia de Perdiguera.
El proceso de canonización de José María Escrivá de Balaguer comenzó en 1981, a los seis años de su muerte y uno después del tiempo mínimo que exige el Vaticano, y ha durado casi 21 años.
Desde la muerte del fundador del Opus Dei en junio de 1975, habían comenzado a llegar a la Obra numerosos testimonios de personas de todo el mundo: unas hablaban del amable trato que tuvieron con el cura aragonés fundador del Opus Dei y otras narraban favores conseguidos gracias a la intercesión del futuro santo.
La Postulación informó de que se habían recibido más de 6.000 cartas procedentes de 100 países, pidiendo el inicio de la Causa. De esas personas, 69 eran cardenales, 241 arzobispos, 987 obispos y 41 superiores de órdenes religiosas. Ante ello, la Postulación de la Causa, en conformidad con las normas de la Congregación para la Causa de los Santos, solicitó la apertura del proceso, al que da comienzo en 1981, tras el visto bueno del Vaticano.
Para el estudio de los méritos de Escrivá de Balaguer a su canonización, la Postulación constituyó dos tribunales, uno en Roma y otro en Madrid, y, entre los dos procesos, se celebraron un total de 982 sesiones y prestaron declaración 92 testigos, todos ellos, personas que habían tratado personalmente a Escrivá de Balaguer durante muchos años y que, por consiguiente, lo conocían directamente. Las declaraciones de ese casi centenar de testigos constituyen un sumario de 22 volúmenes, con un total de casi 11.000 páginas. Entre esos testigos, declararon cuatro cardenales, cuatro arzobispos, siete obispos, veintiocho sacerdotes y cinco religiosos; también prestaron declaración por escrito un centenar de personas seglares.
No fue fácil el camino de José María hacia la santidad. Quizás porque la mayor parte de las declaraciones favorables provenía de personas que estaban vinculadas más o menos estrechamente a la Obra o que habían sido favorecidas por ella, lo cierto es que, desde el primer momento del inicio del proceso, se levantaron en contra no pocas críticas; primero, por voces procedentes del interior de la Iglesia, y luego, de ambientes más laicales, alegando su falta de rigor religioso por tendencioso y condicionado. Este estado de cosas motivó que el Postulador de la Causa, el sacerdote italiano Flavio Capucci, realizase más indagaciones de las que son habituales en casos similares, hasta el punto de que llegó a decir que la vida de Escrivá de Balaguer “fue pasada por el microscopio” y que “fue un proceso ejemplar, con total rigor”, poniendo de manifiesto que tales acusaciones carecían de todo fundamento.
Como resultas de las pesquisas llevadas a cabo por ambos tribunales, el 19 de septiembre de 1989 fueron aprobadas las llamadas “virtudes heroicas” de Escrivá de Balaguer, primer paso hacia el reconocimiento de su santidad. Pero la Postulación de la Causa era más exigente aún: “hacía falta un milagro”.
Veinte fueron los casos portentosos que se atestiguaron ante la Postulación de la Causa; sin embargo, el milagro que tuvo lugar por su intercesión y que lo llevaría a la beatificación se produjo en la persona de sor Concepción de Boullón, una monja carmelita de la Caridad, que sufría de un cáncer en fase terminal y que se curó de manera repentina una noche de junio de 1976.
Sor Concepción de Boullón padecía unas formaciones tumorales muy dolorosas en el hombro izquierdo, el pie izquierdo y en la mano derecha, alguna del tamaño de una naranja. En pocos meses, sufrió una disminución de peso, pasando de 82 a 42 kilos. Tras una noche agitada, cuando los médicos la había desahuciado ya, sor Concepción se levanta totalmente curada: los tumores había desaparecido sin dejar rastro alguno. Lo sorprendente del caso es que sor Concepción no rezó nunca por su curación, ni tampoco se inclinó a hacerlo la Comunidad, porque era tal el temple de la enferma y tal su conformidad con la voluntad de Dios, que edificaba con su comportamiento. Fueron las hermanas de sor Concepción quienes rezaron por ella, a través de la intercesión de monseñor Escrivá de Balaguer, desde los últimos meses de 1975. Es interesante tener este detalle en cuenta porque así queda excluida toda posible influencia del subconsciente en la curación de la enferma.
Tras numerosas investigaciones, la denominada Consulta Médica determinó, en 1990, que la curación de la monja no era explicable para la ciencia médica. El 6 de julio de 1991, Juan Pablo II promulgó el decreto que reconocía el milagro y que daba luz verde a la beatificación.
Y, por fin, el 17 de mayo de 1992, el papa Juan Pablo II proclama Beato a José María Escrivá de Balaguer en una ceremonia celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano, a la que asistieron más de 200.000 personas procedentes de todos los continentes.
Un año después, en 1993, la Postulación tiene noticias de la curación milagrosa de un médico cirujano español, Manuel Nevado Rey, de 70 años, que vive en Almendralejo, pueblo de Badajoz. Este médico extremeño alegó que había pedido a Dios su curación mediante la intercesión del beato.
Está constatado que Manuel Nevado Rey padecía de radiodermitis crónica, un cáncer incurable, que le había obligado a abandonar su trabajo y contra el que había tomado la firme decisión de no luchar con medicamentos, visto que estaba en su fase terminal. A finales de 1992, pocos meses después de la beatificación, un amigo suyo le sugirió que encomendara su curación a José María Escrivá de Balaguer y le dio una estampa del beato. El médico no era devoto del ahora santo ni tenía contactos con la Obra, y metió la estampa en su cartera sin mayor interés. Días más tarde, durante un viaje que realizaba con su esposa a Viena, notó cómo en Austria era mucha la devoción al beato. Convencido entonces de que un milagro sería posible, comenzó a rezar y pedir su intercesión. A los pocos días curó. El 20 de diciembre del pasado 2001, el Papa firmó el decreto por el que se reconocía ese milagro y, a principios de ese año, se fijó la fecha de la santificación.
Además del descrito, Flavio Capucci puso de manifiesto que, desde 1992, año de la beatificación, fueron presentados 24 milagros más debidos a la intercesión del beato, y que si la Postulación de la Causa eligió este caso como milagro ejemplar, se debía a que era el más significativo: la ciencia actual no conoce tumores de ese tipo que hayan remitido.
Por fin, una soleada mañana de otoño, el domingo 6 de octubre de 2002, más de 300.000 personas abarrotaban la plaza de San Pedro del Vaticano y sus calles adyacentes para asistir a la canonización del español fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer, ceremonia que fue oficiada por Juan Pablo II en presencia de 16 delegaciones oficiales, encabezadas por España e Italia.
Fieles y seguidores del nuevo santo, procedentes de 84 países, desbordaron los límites habituales de las ceremonias en la explanada vaticana y llenaron la Via della Conciliazione hasta llegar, en línea recta, a las márgenes del río Tíber. Cerca de dos kilómetros separaban al último grupo de peregrinos del altar levantado bajo la fachada de San Pedro, donde el Papa ofició el acto litúrgico, flanqueado por medio centenar de cardenales, obispos y representantes de las delegaciones oficiales.
En la tribuna instalada a la derecha del Pontífice se situaron los prelados llegados de todo el mundo―entre ellos medio centenar pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española y los miembros de la Curia, y en la de la izquierda, tomaron asiento las 16 delegaciones oficiales, de las que dos, España e Italia, tuvieron rango de misión especial, al ser los países donde el Santo había nacido y donde había pasado la mayor parte de su vida. Unos 85.000 españoles acudieron a la cita.
Con la canonización de José María Escrivá de Balaguer se daba cumplimiento a lo aprobado por el consistorio de cardenales, presididos por el Papa Juan Pablo II, en reunión celebrada al efecto en la Sala Clementina del Vaticano el anterior 2 de febrero.
Cabe decir, por último, que ese mismo 2 de febrero, el Consistorio había aprobado también la canonización del beato español Alonso de Orozco y la de tres latinoamericanos: el indio mexicano Juan Diego, proclamación que se celebró el 30 de julio en México, a la que asistió personalmente Papa; el beato guatemalteco Pedro de Betancur, celebrada en Guatemala el 31 de julio, en presencia también de Juan Pablo II, y la monja brasileña Paulina del Corazón Agonizante de Jesús, que, curiosamente, será la primera Santa del país con mayor número de católicos del mundo. El Consistorio decidió también la fecha en la que serían proclamados Santos el capuchino italiano Pío da Pietrelcina ―el famoso fraile de los estigmas y la bilocación, venerado por millones de personas―, que se celebró el 16 de junio pasado, y los beatos italianos Ignazio da Santhia, Umile da Bisignano y Benedetta Cambiagio Frassinello, que fueron igualmente canonizados en la plaza del Vaticano el 19 de mayo, junto a Orozco y la monja brasileña.

GRACIAN Y MORALES, BALTASAR

La parroquia de Belmonte de Catalayud (hoy ya Belmonte de Gracián) conserva la partida de bautismo de Baltasar Gracián y Morales, fechada el día 8 de enero de 1601: "Baltasar Galacián hijo del Licenciado Galacián y de Angela Morales conyuges fue baptizado en 8 de janeiro por Mosen Domingo Pascual, padrinos Mosen Martín Carrasco y María Fabián."
Su padre, Francisco, médico, era natural de Sabiñán. Su madre, Ángela, era natural de Calatayud. Parece que Gracián tuvo siete hermanos, algunos, como él mismo, religiosos. De niño residió un tiempo en Toledo, junto a su tío Antonio Gracián, capellán de San Juan de los Reyes.
El 30 de mayo de 1619, tras pasar las pruebas de limpieza de linaje, ingresa en Tarragona en el noviciado de los jesuitas. A partir de entonces y durante toda su vida viajará y residirá en diferentes destinos, dentro y fuera de Aragón, impartiendo enseñanza y dedicado al sacerdocio, que había recibido en 1627. Particularmente grata y provechosa debió ser para Gracián sus dos estancias en Huesca (1636-1639 y 1646-1651), donde trabó una sólida amistad con Vicencio Juan de Lastanosa, que se convirtió en su mecenas, y en cuya cómoda y rica casa Gracián se refugiaba junto a los más de siete mil volúmenes de la biblioteca del erudito (admiradísimo Marcial, Nebrija, Ovidio, Virgilio...) o en el discurso de las tertulias con los amigos.
Gracián escribe todas sus obras, excepto una - El Comulgatorio - bajo el nombre de su hermano Lorenzo Gracián o con el seudónimo de García de Marlones, debido a las dificultades que le causan constantemente sus superiores jesuitas, que le consideran "ocasión de disgustos y menos paz". Desde 1637, cuando publica El Héroe sin autorización, las quejas de aquellos fueron constantes, y llegaron al extremo en 1658, al publicarse la edición completa de El Criticón, cuando Gracián recibe una reprensión pública, con ayuno a pan y agua, siendo destituido de su cátedra de Escritura en Zaragoza y enviado a Graus. Tan dolido queda que escribe a Roma lamentándose de las penitencias sufridas y pidiendo pasar a otra orden. Fue, sin embargo, "rehabilitado" y ya en abril de ese año se encuentra en Tarazona. La mala salud que el escritor sufría desde hacía unos años no resistió el invierno durísimo del Moncayo, helado de nieve y cierzo. Murió el 6 de diciembre de ese mismo año.
No ha merecido monumento, sólo calle, paralela a la Gran Vía y a Cortes de Aragón, y un centro escolar, pero es sin duda la mayor aportación aragonesa a las letras.

JARNÉS, BENJAMÍN

1888 – 1949. El escritor de Codo sólo recientemente ha sido reconocido por la ciudad, que le ha concedido una calle, sin salida, arrinconada por uno de los laterales de la plaza de toros. En la actual calle Capitán Portolés, 4 todavia subsiste la casa en la que el autor de “El profesor inútil” vivió tras su casamiento. Una placa en la fachada de esta casa sería obligada. Jarnés es uno de los máximos exponentes de la utilización de Zaragoza como escenario literario. La llamó Augusta, y protagoniza novelas como “El convidado de papel”, “Lo rojo y lo azul” o “Escenas junto a la muerte”. El Ebro, el seminario de San Carlos o el monumento al Batallador son hitos de su escritura renovadora y llena de plasticidad y sugestión. En “Escenas junto a la muerte” hay una perspectiva de la ciudad de Zaragoza en la que el Batallador ha sido transformado en el rey Wamba: “El Rey Wamba domina la ciudad, subido a un pedestal tan desmesurado como es espadón y el rey. Tamaño mayor que el natural, dicen los guías, la ciudad está presidida siempre por gigantes, de toda la micología prefiere siempre al titán: debiera estar consagrada a Polifemo, a Hércules. Sus fiestas la presiden gigantes y sus juicios, aquellos de alambre y cartón y estos de piedra, son centinelas perennes del Palacio de Justicia.
JULIÁN GARCÉS, FRAY. O. P. (1452-1542)
En octubre de 1527, en pleno desastre y turbulencia, llegó a la Nueva España el dominico fray Julián Garcés, como primer obispo de México. Hijo de familia noble, nació en 1452 en Munebrega, del reino de Aragón, y en la Orden de predicadores se había distinguido como filósofo y teólogo, biblista y predicador. Cuando en 1519 es nombrado obispo para la diócesis carolense -en honor de Carlos I-, de límites muy imprecisos, tiene 67 años. Esta diócesis imaginaria ve en 1525 concretada su sede en la ciudad de Tlaxcala, primer centro vital de la Iglesia en México. Allí se habían bautizado los cuatro señores tlaxcaltecas en 1520, teniendo como padrinos a Cortés y a sus capitanes Alvarado, Tapia, Sandoval y Olid.
El obispo Garcés, de paso a México en 1527, trata en la Española con hermanos suyos dominicos, como Montesinos y Las Casas, misioneros muy solícitos por la causa de los indios. Y al año siguiente conoce en la ciudad de México al franciscano fray Juan de Zumárraga, todavía obispo electo, aún no consagrado, de esta ciudad.
En 1527 inicia, pues, fray Julián Garcés su ministerio episcopal en la extensa diócesis de Tlaxcala a la edad, nada despreciable, de 75 años. Era muy estudioso, y se dice que de veinticuatro horas estudiaba doce, pero también era muy activo y excelente predicador. Funda el hospital de Perote, entre Veracruz y México, como albergue para viajeros, enfermos y pobres. Toda su renta la empleaba en limosnas y, como veremos, siempre apoyó al obispo Zumárraga, en las grandes luchas de éste. Murió Garcés piadosamente a fines de 1542, a los 90 años, y fue enterrado en la catedral de Puebla, a donde en 1539 había trasladado la sede tlaxcalteca.
LAÍN ENTRALGO, PEDRO

Nació el académico aragonés el 15 de febrero de 1908 en Teruel (Urrea de Gaen), donde su padre era médico. En esta villa permaneció hasta iniciar el bachillero, que cursó en Soria, Teruel, Zaragoza y Pamplona. Pedro Laín recuerda bien la Zaragoza de aquellos iniciales años veinte, sus tranvías eléctricos, los multicolores uniformes de los soldados por el Paseo de la Independencia, el obrador de la confitería de su familia. Y luego, ya estudiante de la Facultad de Ciencias durante 1923, el breve paseo cotidiano entre ésta y su casa en el viejo y estrecho corazón de la ciudad, junto al palacio de la Audiencia que custodian los buenos salvajes.
Continuó sus estudios de Ciencias Químicas y Medicina en Valencia y Madrid. Más tarde en Viena, a donde llegó en 1932 para completar su formación en Psiquiatría. Antes en Madrid había conocido a la sevillana Milagro Martínez, una de las primeras licenciadas en Químicas en España, que fue su "novia formal" y compañera de estudios, su esposa después
A su regreso trabajó como médico en la Mancomunidad Hidrográfica del Guadalquivir atendiendo "problemas sanitarios, humanos, mezclados con otros sociales y políticos", y desde la primavera de 1934 como médico de guardia del Instituto Pisquiátrico Provincial de Valencia. En esta ciudad se instaló la familia Laín-Martínez. Pedro Laín y Milagro Martínez se casaron en diciembre de 1934. Su primera hija nació en noviembre de 1935. Después estalló la guerra civil, cuando Laín Entralgo asistía a un congreso en Santander, desde donde consiguió llegar a Pamplona, una vez tomada la decisión de pasar a la zona controlada por los sublevados.
Como a otras tantas en el país, la guerra dañó terriblemente a su familia. Laín se afilió a Falange y durante la contienda colaboró en Arriba España y otras publicaciones, y desde 1938 dirigió la Sección de Ediciones del Servicio Nacional de Propaganda, después transformada en la Editora Nacional. Su relación con el régimen no fue fácil sin embargo. Con otros intelectuales -Luis Rosales y Antonio Marichalar, entre ellos- fundó en noviembre de 1940 la revista Escorial de tono aperturista, y al poco tiempo abandonó sus cargos políticos, sufriendo además la depuración a que se sometió a muchos falangistas de "procedencia dudosa". Laín Entralgo ha reflexionado al respecto: "reviso atentamente mi pasado español y encuentro en él algo de lo que debo arrepentirme: erré por ingenuidad, por desconocimiento, más de una vez por deficiencia". Laín se dedicó desde entonces a su profesión y a su trabajo intelectual.
Obtuvo la cátedra de Historia de la Medicina en la Universidad de Madrid, que ocupó entre 1942 y 1978, y fue rector de dicha Universidad de 1951 a 1956, llevando a cabo el intento más serio de apertura intelectual en la Universidad producido durante la época franquista. En 1943 fundó el Instituto Arnau de Vilanova de Historia de la Medicina, dentro del CSIC. Es miembro de la Real Academia Nacional de Medicina, desde 1946, de la Historia, desde 1956, y de la Real Academia Española de la Lengua desde 1954. De esta última fue director entre 1982 y 1987.
Pedro Laín Entralgo se ha definido intelectualmente a sí mismo como "historiador de medicina, antropólogo, y ensayista y dramaturgo de domingo, por supuesto profesor universitario, hombre que ofrece a la incierta juventud lecciones sobre lo que él sabe o debe saber, y que a veces tiene la fortuna de suscitar en el alma de alguno de sus oyentes o lectores, la voluntad de acompañarle por los caminos de su particular disciplina académica". Su obra más voluminosa se centra en dos aspectos, la Historia de la Medicina (Medicina e Historia -1941-, Estudios y apuntes sobre Ramón y Cajal -1945-, Historia de la Medicina Moderna y Contemporánea -1954-, La curación por la palabra en la Antigüedad clásica -1958-, La relación médico-enfermo, historia y teoría -1964-, La medicina actual -1973-, etc ) y el "problema de España" y su cultura (Sobre la cultura española -1943-, La antropología en la obra de Fray Luis de Granada -1945-, La generación del 98 -1945-, España como problema -1949-, La espera y la esperanza -1957-, Teoría y realidad del otro -1961-). A todo ello hay que añadir su labor como articulista en prensa.
Por todo este ingente trabajo, del que únicamente se han subrayado algunos títulos, recibió Pedro Laín Entralgo en 1976 el Premio Montaigne, que destacó la transcendencia de su obra para la cultura europea. Otros reconocimientos han sido el Premio Nacional de Teatro por sus críticas en la prensa periódica en el período 1970-1971 y el Premio Aznar de Periodismo en 1980. Para Pedro Laín Entralgo, tanto fructífero esfuerzo dota a la vida de una parte de su sentido: "El trabajo tiene un valor fundamental en la vida. El hombre realiza su vida, modificando poco o mucho el mundo en el que existe. La imaginación y el trabajo hacen la historia, y la tarea fundamental del hombre es contribuir con el suyo a la empresa de que la humanidad vaya adelante".
Pedro Laín Entralgo falleció en Madrid en la madrugada del día cinco de junio de 1997, a la edad de 93 años.
MARTINEZ TEJERO, VICENTE
Nacido en Zaragoza en 1942, es especialista en botánica, en historia de la ciencia y antropología, aunque desde muy joven le ha interesado todo. Hijo de maestro, ha recordado en alguna ocasión que en los cumpleaños y Reyes siempre recibía libros, y que le han enseñado amoverse entre páginas, impresos y tipografías cuatro grandes bibliófilos o libreros: Santiago Marquina, que forjó la biblioteca Moncayo en Jarque, el librero, escritor e investigador Inocencio Ruiz; el farmacéutico y bibliófilo Enrique Aubá y Alfonso Fernández, bibliófilo y apasionado de los libros de Joaquín Ibarra.
Es autor de libros como “La imprenta en Aragón”, “Los botánicos aragoneses” o “Piedras, fósiles, plantas, insectos, peces, pájaros”; “Naturalistas aragoneses”, y de cientos de articulos sobre personajes que conoce muy bien: Félix de Azara, Echeandía, Francisco Loscos, Asso, Mariano Lagasca, Andrés Piquer y Pedro Sánchez Ciruelo. En su biblioteca hay libros de todas las disciplinas: especialmente de Derecho aragonés, en ediciones góticas incluso, de Medicina, Historia, Filología y Literatura, Ciencias Artes, Botánica, Farmacia...
Posee las primeras ediciones de Jerónimo Zurita y de todos los cronistas de Aragón; las primeras ediciones de varios titulos de Baltasar Gracian y de los hermanos Argensola, las recopilaciones más antiguas de Fueros, historias locales y folletos de fiestas, poemarios de vanguardia, y volúmenes de diversos periodos, de Ramón y Cajal, Odón de Buen, Benjamín Jarnés, Ramón J. Sender, Andrés Piquer, Miguel de Molinos, Mariano Nipho, etc.
PERALTA MARTINEZ DE LECEA, JOSÉ MARIA
Zaragoza 1913 – 1998
Pintor de amplia formación plástica, iniciada en Zaragoza, su ciudad natal, y ampliada posteriormente en Barcelona, Madrid y París. En los primeros años cincuenta completo su formación en Roma, en el Colegio de España, dirigido en esa época por el pintor Francisco Echauz. De Lecea fue integrante del “Grupo Zaragoza”, colectivo que surge a los comienzos de los años sesenta en la capital aragonesa
LÓPEZ ALLUÉ, LUIS

1861 – 1928. El autor costumbrista oscense, de enorme popularidad en los inicios del siglo XX, tiene monumento de postín en el parque Primo de Rivera: de estilo funcional, formado por dos bancos de piedra con respaldo, unidos oblicuamente en el ángulo mediante una estela, en el centro de ésta se encuentra un medallón con la efigie del escritor, obra de Ramón Acín. Fue inaugurado en 1930. El autor de “Pedro y Juana” tiene calle en la ciudad de Zaragoza, que se prolonga con la Pamplona Escudero.

MINDÁN MANERO, MANUEL

Sacerdote, filósofo y humanista, escritor e investigador.
El Padre Mindán nació en Calanda el 12 de diciembre de 1902. Se formó en los seminarios de Belchite y Zaragoza y en 1932 comenzó sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza. En el verano de 1940 obtuvo el número uno en el concurso a las primeras cátedras de filosofía y tras pasar un año en Ávila volvió a ganar en un concurso de meritos la cátedra de filosofía en el instituto Ramiro de Maeztu de Madrid. Además de destacar su labor docente, Manuel Mindán dedicó buena parte de su trayectoria profesional a la investigación a través del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Numerosos reconocimientos ha recibido Don Manuel Mindán a lo largo de su vida como la Medalla de Oro al Merito Docente en 1983 o la Medalla de Oro al Mérito al Trabajo en 2002 concedida por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Falleció el día 19 de septiembre de 2006 en Madrid, a los 103 años de edad.

OLIVER PINA, ÁNGEL

Ángel Oliver Pina ha sido, de su generación, el compositor más modesto, más austero. Si se pudiese adjetivar la música, se diría que la suya era tímida pero cálida”. Así definía el 26 de abril de 2005 Álvaro Zaldivar, catedrático de Estética e Historia de la Música, al músico aragonés que falleció la noche de 24 al 25 de abril en Madrid, donde residía y donde fue incinerado el 26 hacia las cuatro de la tarde.
Ángel Oliver Pina había nacido en Moyuela (Zaragoza) en 1937 en el seno de una familia de maestros. Con su padre empezó a estudiar música hacia 1944, y más tarde se trasladó a Madrid. Ingresó en el Seminario y se inclinó decididamente hacia la música, aunque realizó estudios de Magisterio. Sus primeros profesores fueron Asunción del Palacio, de piano, e Ignacio Isasmendi, de órgano. Entre 1958 y 1965, ursó estudios en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid con Jesús Guridi, órgano, y Cristóbal Halffter (órgano), periodo que compaginó con su labor como reganista en la Iglesia de la Ciudad Universitaria de Madrid.
Después se traslado a Roma, en concreto entre 1966 y 1969 donde permaneció tres años con Godofredo Petrassi, “del que siempre hablaba muy bien”, recordaba la profesora Ana Carpintero, guitarrista madrileña afincada en Zaragoza, para la cual compuso la pieza “Anagrama”, que se estrenó en la Biblioteca de Aragón en un recital organizado por Amnistia Internacional, y acabo dedicándole otra obra: “Psicodrama”.
También perfecciono sus estudios de composición con Boris Porena y con Franco Perrara, en este caso de Dirección de Orquesta. Creador ampliamente galardonado, allí recibio el “Premio Roma” por sus “Églogas sobre el nacimiento y muerte de Cristo” para solistas vocales, coro y orquesta; esta obra ya anunciaba una de las líneas de su inspiración: la música religiosa. Prácticamente desde entonces, alternó la escritura musical (“nos encontramos ante un compositor no demasiado prolífico”, escribió Fernando J. Cabañas en 1991), con la pedagogía y con la interpretación al órgano. Ana Carpintero evocaba un viaje que realizaron por el Alto Aragón siguiendo una peculiar ruta de la tecla, “con visitas a los órganos de Alquézar y a la Iglesia de los Jesuitas de Huesca Ángel Oliver Pina quería mucho a Aragón, y eso lo demostró en varias ocasiones. Él fue el encargado de las armonías y de la instrumentación de aquel proyecto musical que llevó a cabo María Ángeles Cosculluela para el Gobierno de Aragón que cristalizó en tres libros:”Chis Chas”, “Cascabillo” y “Bigulin”. Poseía una formación muy sólida y realizó importantes obras de cámara y de música religiosa. Era un hombre discreto, humilde, que practicó la costumbre de no darse importancia. Él hacía música contemporánea, pero ni era vanguardista ni tampoco un conservador. Tenia su propia imaginación y era muy libre. Intentaba ser consecuente consigo mismo”.
Su obra esta jalonada de premios, entre los que destacan el Trofeo Arpa de Plata, de 1974, del I Concurso de Composición de la CECA para conjunto instrumental con “Ómicron”, y en 1987 gano el V Concurso Internacional de Composición Reina Sofia, de la Fundación Ferrer Salat, con la obra “Nunc” para orquesta de cuerda.
El compositor y critico musical de HERALDO Victor Rebullida definió su trayectoria en términos parecidos a los de Zaldivar o Ana Carpintero: “Era una gran persona y un buen compositor que si tenía algún defecto era su sencillez, que la hacia mantenerse alejado de los primeros planos de atención. Ángel Oliver fue pedagogo de la música, músico práctico como organista que era y compositor desprejuiciado y honesto”. Recuerda Rebullida que su obra, variada como se puede comprobar en la monografía que le dedicó la SGAE en 1991, también “incluye varias películas interpretadas por Terence Hill y Bud Spencer, que firmaba con su nombre o con el seudónimo Carlo Rusticchelli”.
En los últimos años incrementó su presencia en Aragón gracias al “redescubrimiento” promovido por Juan José Olives, director del grupo Enigma- OCAZ. Agrega Rebullida: “Su obra ha sido incluida en el cedé “Compositores aragoneses”, grabado por la orquesta Enigma, que esta a punto de salir”. El compositor de Moyuela, que le ha rendido varios homenajes y ha dado su nombre a sus centros culturales, bosquejó casi un epitafio hace más de una década: “Será la música, en lugar de mis palabras, la que refleje mejor mi compromiso”. Antón Castro.

OLLE SESÉ, MANUEL.

Nacido en Barbastro en 1968, es uno de los abogados más prestigiosos y más comprometidos con la libertad y la defensa de los derechos humanos en todo el mundo. Hijo del popular Doctor Ollé, que fue concejal de Cultura en el Ayuntamiento de Barbastro, se trasladó a Madrid para estudiar Derecho, ciudad donde resida.
Ejerce como profesor de Derecho Penal en la Universidad Antonio de Nebrija. Pero compagina su labor con una prolija actividad profesional en los tribunales, donde se ha convertido en uno de los destacados letrados del país con causas como la defensa del empresario vasco “Superlópez” en la Audiencia Nacional, que evitó su extradición a Estados Unidos.
En los últimos años ha sido un estrecho colaborador del juez Baltasar Garzón en la solicitud de extradición del ex dictador chileno Pinochet a España para juzgarlo. Es también el abogado de las Madres de la Plaza de Mayo de Argentina y ha sido su representante en el juicio contra el militar Francisco Adolfo Scilingo por crímenes contra la humanidad.
Como presidente de la Asociación Pro Derechos Humanos está trabajando en la defensa de los Derechos del Pueblo Saharaui y en la condena de las violaciones contra este pueblo por parte de Marruecos. Además imparte numerosas conferencias por las universidades españolas.

RAFOLS BRUNA, MARÍA (MADRE RAFOLS)

Villafranca del Penedés, Barcelona, 1781 – Zaragoza, 1853)
Llegó a Zaragoza , desde su convento de Barcelona , en diciembre de 1804 para hacerse cargo del Hospital Nuestra Señora de Gracia, junto a un grupo de 24 religiosos. El primer sitio de Zaragoza destruyó el edificio hospitalario, por lo que la madre Rafols tuvo que buscar un nuevo lugar para los enfermos, que llegaron a alcanzar la cifra de 6000. El segundo sitio, que se prolongaría de diciembre de 1808 a febrero de 1809, provocó aún más bajas y heridos, lo que obligó a la religiosa a presentarse ante un general francés para pedir su ayuda, que acabó concediéndole. Un esfuerzo que convirtió, a la fundadora de las Anas, en “Heroína de la Caridad”.

RAMON Y CAJAL, SANTIAGO

1852 – 1934. Escribió cuentos y escribió su vida. La escalera central del Paraninfo le honra con un monumento, de Mariano Benlliure. Zaragoza le tiene dedicada una calle, que llega a Conde de Aranda.

ROMERO AGUIRRE, FRANCISCO

Francisco Romero Aguirre nació en Zaragoza en 1918 y murió en la misma ciudad el 28 de julio de 2006. Durante años el Profesor Romero fue referencia incuestionable en el ámbito de la Urología. Don Francisco Romero Aguirre fue el primer catedrático de Urología que hubo en la Universidad española, decanato que mantuvo hasta su jubilación en 1986.
Tanto en la práctica clínica, como en la docente, a la que sirvió con entrega ejemplar, el profesor Romero gozó de enorme prestigio, que le valió el reconocimiento nacional e internacional. Sus publicaciones variadas y expresión de un estilo depurado de trabajo, fueron durante lustros texto obligado en muchas cátedras y sus intervenciones en encuentros y congresos contribuyeron eficazmente al desarrollo de la especialidad.
La densa vida médica e intelectual de este ilustre aragonés partió de raíces bien asentadas. Se licenció en Medicina en 1941, y, mientras preparaba su tesis doctoral, que defendió en 1944, ingresó en 1943 por oposición como urólogo en la Beneficencia Municipal y fue, en la Facultad zaragozana ayudante de clases prácticas en Farmacología, de 1943 a 1946, y en Patología y Clínica Quirúrgica, de 1950 a 1952.
Había iniciado su preparación urológica de la segura mano de su padre, Casimiro Romero Porta, en el Hospital de la Cruz Roja de Zaragoza, centro en el que obtendría años más tarde la jefatura del servicio de urología. Becado en 1945 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en años en que no era sencillo hacerlo, amplió estudios en Lisboa con el profesor Reynaldo Dos Santos; en Buenos Aires, con el profesor Houssay; y en Santiago de Chile, Lima y Nueva York, con los doctores Lowsley y McCarthy.
En 1952, por oposición, se incorporó como jefe clínico al servicio de Urología del Hospital Provincial de Zaragoza donde, diez años más tarde, alcanzó el puesto de jefe de servicio, tras nuevo concurso. Entre ambos desempeños, en 1956 ganó plaza de jefe de equipo quirúrgico del Seguro Obligatorio de Enfermedad. Fueron millares los pacientes que resultaron aliviados por su saber y pericia quirúrgica y atendidos con escrupulosa bondad por el carácter generosos y comprensivo de Romero.
Su dedicación que no parecía no conocer limites ni necesitar de descansos, llevó a la Facultad de Medicina a nombrarlo, en 1954, profesor encargado de la enseñanza de Urología en nuestra Universidad; cuatro años más tarde ejercía como profesor adjunto interino de la disciplina y, en diciembre de 1961, ganó por oposición la plaza de catedrático numerario de Urología, que con ello nació como materia independiente en la Licenciatura.
De su esfuerzo nació la Escuela de Urología de Zaragoza, de donde salió un brillante plantel de discípulos que fueron y son su mejor elogio como docente magistral, entre los que figuran profesionales de excelencia su propio hijo Francisco, L.A. Rioja y J. Valdivia, por citar a los tres que, en 2002, trazaron una magnifica semblanza de su maestro que necesitó, aunque apretada, una docena de páginas. Fue miembro de la Real Academia de Medicina de Zaragoza y de varias Sociedades urológicas internacionales.
A sus publicaciones sobre diagnóstico precoz del cáncer urológico, en los primeros años cincuenta, siguieron otras sobre hipertensión nefrógena – de gran repercusión – y distintos cánceres urológicos, en los que fue experto indiscutible. Sus tratados universitarios de Urología Clínica formaron en toda España a muchos futuros médicos.
Presidente de la Asociación Española de Urología desde 1966 a 1970, trajo a Zaragoza su XXXI Congreso Nacional. Amó intensamente a su ciudad, en cuyas instituciones colaboró siempre, y a su Universidad, cuya “Casa de Medicina y Ciencias” estudió con Fernando Solsona.

SANCHO Y BONAFONTE, MANUELA

Plenas, Belchite, 1783 – Zaragoza, 1863.
Centró su labor, durante el primer sitio de Zaragoza, en las labores de aprovisionamiento de los combatientes, como hicieran tantas mujeres. Sin embargo, en el segundo sitio se convirtió en una autentica guerrera, y destacó en la defensa del convento de San José, llevada a cabo por Mariano Renovales. Ante el general Palafox, el coronel la definió como “el mejor artillero”. Sufrió una herida en el vientre por la que llegó a ser dada por muerta y que provocó, casi con certeza, que no tuviera hijos pese a que se casó tres veces. Fue tan querida por sus paisanos que una guarnición le rendía honores, cada día, frente a su casa. A su muerte, la ciudad acudió en masa a despedirla.

SENDER, RAMÓN J.

1901- 1982. Junto a Jarnés, es el más ilustre de los novelistas aragoneses que utilizaron Zaragoza como escenario de sus novelas, una de ellas llevaría incluso el nombre de un rincón zaragozano: La Quinta Julieta. El escritor tuvo dos casas en Zaragoza, la primera estuvo en la calle don Juan de Aragón, 15, y era propiedad del marqués de Montemuzo. Desapareció en 1937. El segundo domicilio fue un piso de la casa número 3 de la calle del Coso, junto a la Audiencia, también desaparecida en la actualidad. Sender nos habla de las dos: una, en el sector histórico: “El primer piso de la casa de los marqueses de Montemuzo, en el número quince de la calle de don Juan de Aragón: estrecha y sombría, comenzaba junto a la Iglesia de la Magdalena (...). En el otro extremo de la calle estaba el Arco del Dean. Otra en el moderno: “Allí estaban las finanzas saneadas, los comercios de lujo, los cafés de moda, con concertistas famosos. En fin, todo lo contrario de la calle de don Juan de Aragón. El edificio era una casa antigua de seis pisos. Hacia esquina al callejón de la Audiencia, pero como en el Coso torcía un poco hacia la calle de Cerdán, las ventanas y los balcones que daban a la calle de la Audiencia era como si dieran al Coso mismo (...) La casa inmediata a la nuestra era el palacio de los Luna, un caserón renacentista que los turistas visitaban y fotografiaban y que tenia una hermosa portada con dos gigantes de piedra, uno a cada lado que sostenían el friso y amenazando a hipotéticos enemigos, con enormes mazas de piedra. Aquel edificio se dedicaba a Audiencia Provincial”.

SERVET, MIGUEL

Miguel Servet, de Villanueva, en el reino de Aragón, en España, nacido el 29 de Septiembre de 1511. Su padre era Notario del Monasterio de Sigena. Su infancia transcurre en su pueblo natal, donde recibe las primeras letras, estudiando también en Huesca y el Monasterio de Montearagón.
Con tan sólo 13 años, entra como paje de Quintana, diputado, con el que recorre España. Domina ya el latín, griego y hebreo.
A los 16 años, regresa a Villanueva y su padre lo envía a estudiar leyes en Toulouse (Francia).
A los 18 años, se pone otra vez al servicio de Quintana, confesor de Carlos I, el rey gran conocedor de hombres, se fija en él considerándolo una gran esperanza. Con el séquito imperial recorre Italia, asistiendo a la Coronación del Emperador en Bolonia, y posteriormente se traslada a Alemania, donde su señor asiste a la Dieta de Ausburgo.
A los 19 años, se separa de la Corte y se erige en reformador. Lutero le llamo moro. En Basilea, es huésped de Ecolampadio, hasta que discuten violentamente.
Miguel Servet apóstol de la libre creencia y mártir del libre pensamiento fue quemado en efigie por la Inquisición católica el 17 de Junio de 1551, y quemado vivo en Ginebra por instigación de Calvino el 27 de Octubre de 1553.
A los 20 años, está en Estrasburgo, donde sus relaciones con Bucero y Capito, terminan agriamente. Edita De Trinitatis erroribus, firmando con su nombre completo.
A los 21 años, ya es perseguido por los reformadores y católicos en Suiza y Alemania, y huye a Lyon, donde cambia de nombre y pais de origen, haciéndose llamar Miguel Villanovano, navarro de nación e hijo de Tudela. edita Dialogorum de Trinitate. La Inquisición publica su decreto llamando a 40 fugitivos, cuya lista encabeza Miguel Servet.
Para ganarse la vida trabaja de corrector de pruebas de imprenta, donde viendo su dominio de idiomas y grandes conocimientos le encargan la publicación de la Geografía de Ptolomeo, que mejoró, por lo que ha sido considerado fundador de la Etnografía y de la Geografía comparada. Corrigió una Botánica, demostrando su disposición para las Ciencias Biológicas.
Se va a Paris a estudiar Medicina, donde Silvio escribe: "Tuve por ayudantes a Vesalio, joven muy diligente en Anatomía, y después a Miguel Villanovano, varón eminente en todas las letras y a ninguno inferior en la doctrina de Galeno".
Para ganarse el sustento fue profesor de Matemáticas (entonces comprendía también Geografía, Astronomía, y Astrología), donde acudía numeroso público deseoso de oir al "Doux savant espagnol".
Tiene 23 años, cuando se publica su edición de Geografía de Ptolomeo.
A los 24 años, publica una Apología en defensa de su maestro Champier. Se traslada a Avignon.
A los 25 años, se matricula en la Universidad de Paris y publica su Syroporum, crítica acerba de los métodos terapéuticos en uso. Escribe también sobre los Jarabes, demostrando un gran bagaje farmacológico. Traduce del griego De medica materia de Dioscorides.
A los 26 años, predice el eclipse de Marte por la Luna, el trece de Febrero de 1538. Por la edición de su libro sobre Astrología, se le procesa en el Parlamento de Paris.
A los 27 años, detectando variados peligros después del Proceso, abandona Paris, abriendo consulta médica en Charlieu (Loira) durante casi tres años.
A los 29 años, regresa a Lyon donde ejerce la Medicina y se hace editor, publicando una versión española de la Summa de santo Tomás de Aquino.
A los 30 años, se traslada a Viena del Delfinado, donde está su amigo el Arzobispo Palmier, allí vivió durante doce años ejerciendo la Medicina y dedicándose ocultamente a sus favoritos temas teológicos. Reedita la Geografía de Ptolomeo.
A los 31 años, hizo una nueva impresión de la Biblia de Santes Pagnini, revisada, corregida y cuidada por él. Publica otra Biblia, versión Serveto.
A los 33 años, le reeditan varios de sus libros y también publica tratados de Gramática traducidos del latín al castellano con sus originales comentarios.
A los 34 años, le envía a Calvino su Cristianismi Restitutio. Es concejal de Viena del Delfinado.
A los 38 años, fue elegido Prior médico y presta servicio gratuito a los pobres.
A los 40 años, comienza la impresión de su Cristianismi Restitutio, donde inserta el texto describiendo la circulación menor de la sangre, conocimiento debido a su práctica de la disección.
A los 41 años, es denunciado, por instigación de Calvino, a la Inquisición francesa y hecho prisionero, se evade por las facilidades dadas por los carceleros y autoridades. Es sentenciado por la Inquisición, siendo quemado en efigie con cinco lotes de su libro.
A los 42 años, es condenado a muerte en Ginebra, siendo quemado vivo en la plaza de Champel el 27 de Octubre de 1553, atado su cuerpo a una estaca con una cadena, el cuello fijado con cinco vueltas de soga y su cabeza con una corona de paja untada en de azufre, rodeado de haces de leña verde, para hacer más lenta y dolorosa la agonía. Murió encomendando su alma a "Cristo, hijo de Dios eterno".
La detención de Miguel Servet en Ginebra, donde no había publicado, ni dogmatizado, y donde, en consecuencia, no podía ser entregado a la justicia, debe considerarse como una barbaridad y un insulto al derecho de las naciones (Voltaire).
Miguel Servet escribía a sus jueces; "Os suplico que os plazca abreviar estas grandes dilaciones... veis que Calvino... quiere hacerme pudrir en prisión. Los piojos me comen vivo, mis calzones están desgarrados, y no tengo muda ni jubón, ni más camisas que una en jirones..."
ZARAGOZA, AGUSTlNA. AGUSTlNA DE ARAGÓN (1786-1857)
Heroína del pueblo, es uno de los símbolos más elocuentes de la resistencia española contra los invasores napoleónicos.
Fue sin duda Agustina de Zaragoza una de las figuras más representativas de la resistencia del pueblo aragonés contra las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Su popularidad a partir del episodio del Portillo fue enorme, convirtiéndose en el gran símbolo hispano ante el ataque de las tropas napoleónicas, junto a otros muchos héroes de la mitología popular, considerados como los numantinos de los tiempos modernos al decir de Pérez Galdós: Aquellos paisanos medio desnudos, con alpargatas en los pies y un pañuelo arrollado en la cabeza... Agustina nació en Reus, falleciendo en Ceuta a donde se dirigió con el último de sus maridos. La historia nos documenta su llegada a Zaragoza, a los 22 años, en plena guerra contra los invasores.
El 15 de junio de 1808, los franceses forzaron las entradas a la ciudad por la zona de Casablanca, intentando penetrar en Zaragoza entre las puertas del Carmen y del Portillo y en medio de un intenso ataque artillero, cerrándose el cerco por diversos puntos de la ciudad. El gran asalto del 2 de julio se centró, entre otras zonas, en el Portillo, donde la batería allí dispuesta había ido perdiendo uno a uno sus defensores. Fue entonces cuando hizo aparición la heroína, que tomando la mecha de las manos de un moribundo, disparó el cañón contra los atacantes, consiguiendo su retirada. Es este hecho el que inmortalizó Goya en su serie de los Desastres de la Guerra, con el grabado titulado ¡Qué valor!, en el que aparece la joven Agustina junto a la pieza de artillería disparada. Agustina de Aragón significa, ante todo, un nombre más de la resistencia aragonesa ante Napoleón, al que acompañan el cura Sas, el padre Boggiero, el Tío Jorge, la condesa de Bureta, Casta Alvarez, Manuela Sancho y una enorme lista de héroes anónimos compuesta por militares, campesinos, nobles y burgueses, ancianos y niños que opusieron sus cuerpos al disciplinado y bien pertrechado ejército francés. Intervino Agustina en otros episodios de los Sitios de Zaragoza, participando en la lucha por el convento de Jerusalén (y también en el Sitio de Teruel). Su azarosa vida le llevará todavía al Sitio de Tortosa, donde nuevamente fue hecha prisionera, escapándose más tarde. Su arriesgada participación en la contienda le valió una pensión de 100 reales que le concedió Fernando Vll. Estuvo la heroína unida en matrimonio, primero con un militar, después, al darle por muerto, con el capitán Luis de Talarbe y, por último, con otro hombre de armas, Juan Eugenio Cobo de Belchite. Falleció Agustina en Ceuta, en el año 1857. En el mismo año el Ayuntamiento zaragozano acordó trasladar su cuerpo, medida que no se llevó a cabo hasta 1870, descansando sus restos primero en el templo del Pilar y después, definitivamente, en la iglesia de Nuestra Señora del Portillo. Miguel Beltrán Lloris
Con su segundo marido lucho en Teruel y Tortosa. Fernando VII le concedio una pensión de 100 reales.

RINCONES ZARAGOZANOS

ALJAFERIA

Palacio literario por excelencia, pues fue corte de los Beni Hud, que favorecieron las artes y las letras. El rey poeta que lo edificó le dio el nombre de Qsar al Surur o Palacio de la Alegría, y el principe Abulfeda, nacido en Damasco, en 1273, en su “Crónica Universal”, escrita hacia 1329, habla de Sarakosta con estas palabras: “Es la capital de las ciudades fronterizas de más alto rango. Es Medinalbaida, tiene suelo bueno, y se encuentra rodeada de huertos que parecen de esmeralda y en ella se encuentran cuatro rios que dan vida y animación a sus jardines incrustados de pedrería. Es ciudad primitiva, y entre sus lugares de recreo están el Palacio de la Alegría y el Salón de Oro. La torre del homenaje del posterior palacio cristiano, la llamada “del trovador”, entró en la literatura, y en la música, de la mano de García Gutiérrez y Verdi.

ARCO DEL DEAN

El poeta Emilio Carrere lo convirtió en literatura: “Arco del Deán: rincón/ de la vieja Zaragoza/ lleno de melancolía/ y de añoranzas remotas (...) ¡Arco del Deán, rinconcito/ de poesía evocadora;/ paz provinciana, silencio/ donde se duermen las horas!”.

CASA SOLANS

Como el Taj Majal, la casa Solans fue construida por un hombre enamorado para su amada esposa. Sin embargo, la mala fortuna quiso que aquel hombre, el industrial harinero Juan Solans, falleciera antes de ver el edificio terminado y su inauguración coincidiese con su propio velatorio. Desde entonces 8era 1921), su viuda, Rafaela AISA, fue la dueña solitaria de la casa. Tras su muerte (1960), el edificio de la Avenida Cataluña de Zaragoza fue cayendo en desuso hasta amenazar ruina.
Después de casi seis años de obras, el Ayuntamiento ha recuperado este año (2006) este hermoso palacete modernista. La arquitecta Úrsula Heredia ha devuelto el esplendor al trabajo de su creador, el zaragozano Miguel Ángel Navarro. Hoy, a falta de algunos detalles y el mobiliario, está listo para convertirse en sede del Secretariado del Agua de Naciones Unidas.
Los magníficos mosaicos del suelo, que en su mayoría imitan alfombras. Los rostros del rico artesonado de la entrada. La enorme sala que antiguamente fue un oratorio. La que fuera la habitación de la dueña de la casa o de su mirador de inmejorables vistas. Un lujo para los sentidos.
La fachada principal del edificio, la que da a la Avenida de Cataluña, fue engalanada con los mejores detalles. Allí se pueden ver los cuatro signos del zodiaco que coinciden con los meses en los que se inician las estaciones.
Por dentro y fuera, en el edificio se encuentran singulares dibujos realizados en cerámica. No en vano, se la conoce como la “Casa de los azulejos”. Algunos son simplemente ornamentales y otros son escudos de los Aísa – Asín.
En la habitación de la señora se observan molduras de flores y un recargado techo en el que destacan los dorados. El color de las paredes ha intentado ser fiel al original, aunque menos intenso.
La presencia de la mujer a la que fue dedicada la casa por su marido, Juan Solans, es omnipresente por todo el edificio. No sólo aparecen varias veces los escudos familiares de Rafaela Aísa, sino que puede verse, repetido tres veces sobre los marcos de las puertas del hall, el rostro de la “señora de la casa”.
Cuando se construyó la casa, en todas las ventanas había vidrieras que representaban escenas relativas al uso de las habitaciones. Ya no se conservan.
Muchos de los mosaicos que se han podido restaurar imitan las alfombras mediante pequeñas teselas. Para encontrar baldosas similares a las que había en origen en el edificio, se han tenido que importar desde las fábricas de Túnez.

CENTRO MERCANTIL, INDUSTRIAL Y AGRÍCOLA

El Casino Mercantil se sitúa en el solar que ocupó anteriormente el palacio de don Juan de Coloma, secretario de Fernando el Católico. La fachada, realizada en 1912 en Coso, 29, por Francisco Albiña, es una de las más representativas del Modernismo tardío zaragozano. Se divide en tres pisos flanqueados por miradores, en los que destaca la abigarrada decoración con motivos naturalistas. Todo el conjunto se remata con una terraza con pérgola y un torreón lateral que rompe la simetría. En el interior destaca el programa decorativo del Salón Rojo y del restaurante, así como el vestíbulo y la escalera principal. Hay que destacar la actividad cultural que se desarrolló en este centro en la primera mitad de nuestro siglo. En sus salones se reunían artistas, escritores, periodistas y críticos en animadas tertulias.Desde 1984 espera ser declarado Bien de Interés Cultural.
Hoy es sede de Cajalón.

PALACIO DE LARRINAGA

No fue palacio, aunque sí un edificio palaciego. Fue, en realidad, un testimonio de amor, y por ello uno de los espacios más literarios de la ciudad, que está esperando quien lo novele. Reune una biblioteca sobre Goya, un gran archivo documental digitalizado y el Patronato Cultural de Ibercaja.

PARQUE DE MIGUEL PRIMO DE RIVERA

El Cabezo de Bellavista, desde el que Mariano Baselga relató sus cuentos aragoneses, al que hoy pretenden llamar parque Grande, concentra, como un almacén de antigüedades, mucha obra escultórica que el progreso urbanístico ha hecho incomoda en la ciudad: allí está el Neptuno de la vieja plaza de España; el monumento conmemorativo de la Exposición Hispano – Francesa de 1908, con su particular homenaje a Basilio Paraíso; bustos diversos y hasta la fuente multicolor que un día fue atracción urbana en la plaza de Paraíso. Presididos por Alfonso el Batallador, el gran parque zaragozano guarda algunos referentes literarios: bustos de Joaquín Dicenta y Eusebio Blasco, un monumento dedicado a Luis López Allué y una glorieta dedicada a Ruben Dario.

PLAZA DE ARAGÓN

ES curioso que una ciudad que tan escasa relevancia da a sus escritores haya dedicado su más solemne plaza, la que lleva el nombre de Aragón y en la que se levanta el monumento al Justiciazgo, a cuatro escritores: Mariano de Cavia, Julio Monreal y Ximenez de Embún, Marcos Zapata y Fernando Soteras “Mefisto”. Precisamente, en uno de los laterales del monumento al Justiciazgo se puede leer un fragmento de una obra de Zapata, “La capilla de Lanuza”: “Sol brillante fue la libertad de un tiempo...”.

POSADA DE LAS ALMAS

La tricentenaria posada ha sido citada en diversas novelas, por ejemplo en la de Pedro Mata “El hombre que se reia del amor” (1924). La Posada de las Almas que ve Pedro Mata no es ya en estas fechas el antiguo mesón de aire rancio: “La Posada de las Almas...apenas si conserva de su antiguo aspecto el portalón enorme, el inmenso zaguán empedrado con picudos guijarros, sobre los que descansan los carros, varas en tierra y la bolsa vacía colgando de la zaga; la vieja galería sostenida sobre recios pilares, llena de cuerdas con ropas a secar. En cuanto se traspone la escalera la poesía desaparece, nada queda en el piso que recuerde el viejo mesón. Todo está limpio, pulcro, pintado, muy moderno. Hay lámparas eléctricas, percheros de tres pies, biombos, una gran pianola para solaz de la concurrencia y camareras vestidas como todas las camareras de todos los restaurantes.

TORRE DEL TROVADOR

La Torre del Trovador fue el escenario de una drama de García Gutiérrez, de igual titulo, que luego se utilizo como libreto para una célebre ópera de Verdi, “Il trovatore”. Está en el palacio de la Aljaferia.

martes, 15 de mayo de 2007

Santiago Ramon y Cajal

Don Santiago Ramon y Cajal nace en Petilla de Aragón el 1 de mayo de 1852, hijo de Justo Ramón y de Antonia Cajal. En 1873 se licencia en Medicina y es nombrado médico segundo en su ingreso al Cuerpo de Sanidad Militar, trasladandose a la provincia de Lérida. Al año siguiente es destinado a Cuba, donde enferma de paludismo y disenteria.